La revolución de las máquinas: Industria 4.0

¿Realmente nos van a sustituir las máquinas? Esta pregunta que hace no muchos años nos hacíamos, a la vista de los acontecimientos que se desarrollaban en las películas de ciencia ficción, ya tiene respuesta. Sí, hay algunas profesiones que ya han desaparecido al ser las personas reemplazadas por máquinas. ¿Cuáles serán las siguientes? ¿Qué nos diferencia de las máquinas y en qué aspectos no podemos ser sustituidos por ellas?

Las profesiones que desaparecen

Recientemente la revista Computing publicaba un artículo en el que apuntaba la lista de profesiones que serán prescindibles en un futuro no lejano, debido a que las tareas que implicaban podrían ser automatizadas gracias a los avances tecnológicos en el campo de la Inteligencia Artificial y el Big Data¹.

De forma general, diversos puestos relacionados con la atención al cliente, controladores de tráfico aéreo, marítimo o terrestre, operadores de caja de supermercados o entidades bancarias, reponedores y gestores de almacén e incluso se atrevían a apuntar que también periodistas y abogados, estarían entre las profesiones que podrían desaparecer para dar paso a la eficiencia de las máquinas.

El Sector Industrial ha sido uno de los que más transformaciones ha sufrido, tanto que se dice que vivimos una 4ª Revolución Industrial: la Industria 4.0.  El sistema de producción ha cambiado y se impone una transformación y actualización de las empresas para lograr la supervivencia. La digitalización del sistema industrial ha dado paso a nuevos perfiles profesionales para cubrir los puestos de trabajo relacionados con el diseño, programación y manejo de las máquinas.

La Cuarta Revolución Industrial

Un campo en el que las máquinas han resultado ser particularmente eficientes es en la producción en cadena. Si volvemos la vista atrás, nos damos cuenta de que este tipo de producción no es algo reciente, pues la primera cadena de montaje fue inaugurada por Ransom Eli Ols, allá por el año 1901, pero ha visto grandemente mejorados sus procesos desde que hace ya unos años, la automatización y la robótica industrial han tomado el mando, siendo desde hace tiempo la cadena de montaje de automóviles el ejemplo más característico.

En ocasiones se atribuye a Henry Ford la invención de la producción en cadena, pero fue Ransom Eli Olds quien en 1.901 creó el primer vehículo producido en serie mediante su ensamblado en una cadena de montaje de automoción.

Desde la incorporación de los primeros robots de montaje hasta hoy, el avance tecnológico ha sido imparable y nos encontramos asistiendo a la Cuarta Revolución Industrial, lo que se ha dado en llamar Industria 4.0, un nuevo sistema de organización de los medios de producción que aspira a «fábricas inteligentes» (smart factories), con procesos más rápidos y eficaces, que den lugar a una producción de mayor calidad pero a menor coste.

Dos de los ejes principales de estas fábricas inteligentes serían el Internet de las Cosas² y los Sistemas Ciberfísicos³, un tándem que implica que cada vez más trabajadores sean reemplazados por máquinas, como apuntábamos al principio de este artículo. De una forma global, los sectores más afectados por esta revolución, serían aquellos en los cuales los procesos de automatización han demostrado ser más efectivos, como transporte, logística, tareas administrativas y producción.

Los robots humanoides: cada vez más cerca de «lo humano»

En febrero de 2014, saltaba a los titulares la noticia de que Airbus había incorporado a su factoría de Puerto Real un robot para automatizar algunos de sus procesos de montaje. En particular se traba de un robot antropomórfico, es decir, un robot cuya fisionomía imitaba la del ser humano, recordándonos de esta manera, que las máquinas no solo realizarán algunos procesos tradicionalmente llevados a cabo por la mano del hombre, sino que, construidas a nuestra imagen y semejanza, han venido para reemplazarnos a diferentes niveles.

Robot de Airbus en la planta de Puerto Real
Foto: Europapress/Airbus

Los robots que se construyen con fisionomía humanoide, suelen traernos a la mente títulos de películas como El Hombre Bicentenario, Ex Machina o Inteligencia Artificial, esta última de Steven Spielberg, donde la presencia de los robots resultaba, cuando menos, algo inquietante. Obviando que el tema se nos escape de las manos y pensemos en un mundo postapocalíptico como el de la película Terminator, deberíamos entender que las máquinas se crean con el propósito de facilitarnos determinadas tareas y por tanto mejorar nuestra calidad de vida.

Imagen de El Hombre Bicentenario, película basada en la novela original y homónima de Isaac Asimov, un visionario que ya ideó lo que se conoce como las 3 Leyes de la Robótica, enfocadas a que un robot nunca pueda hacer daño a la Humanidad tanto de forma directa como indirecta

Los robots con forma humanoide fueron creados en muchas ocasiones como un experimento para el estudio de la motricidad humana o bípeda, pero en general el diseño de sus rasgos, cada vez más cercanos a los del ser humano, se debe a que han sido ideados principalmente para ser usados en entornos humanos o para interactuar con los mismos, de modo que nos resulten más confiables

Conocemos diversos ejemplares de robots con aspecto similar al humano, incluso existen juguetes que no son sino máquinas humanoides de funciones más limitadas, luego el reto ya no está relacionado con su apariencia o su función motora, campo en el que ya hemos logrado que caminen manteniendo el equilibrio y que estén dotados de gran libertad de movimiento.


Sophia, de Hanson Robotics, es una humanoide que puede tener conversaciones contigo y posee hasta 62 expresiones faciales. Además su software aprende con la experiencia y con cada conversación 

Las «emociones» robóticas

El camino que la robótica está ahora enfocado en robots con emociones, la llamada computación afectiva, que es aquella estudia el desarrollo de sistemas que puedan reconocer, interpretar y procesar, así como estimular las emociones humanas, que serán interpretadas en base a una serie de signos que las caracterizan: ritmo cardíaco, dilatación de las pupilas, ritmo de la respiración… Los robots interpretarán estas emociones y se adaptarán a ellas en tiempo real.

Con el proyecto ERWIN (Emotional Robot With Intelligent Network), al que llaman el «robot amigable», sus diseñadores John Murray y Mriganka Biswas (Facultad de Ciencias de la Computación de la Universidad de Lincoln) han ido un paso más allá. La cualidad de ERWIN es que puede emular los sesgos congnitivos. De forma muy simple podríamos definir el sesgo cognitivo como un patrón ilógico de pensamiento, un tipo de procesamiento e interpretación de la información fuera de los rangos que consideramos como «normales o lógicos» y que conduce hacia lo que denominamos irrealidad. Esta desviación es parte de lo que nos hace imperfectos y por tanto humanos. Si un robot puede emular esto ¿podría entonces establecer relaciones más humanas? En la actualidad ERWIN puede expresar cinco tipos de emociones y pretende ser usado para aprender más sobre las relaciones con niños autistas o con síndrome de Asperger y otras enfermedades relacionadas.

ERWIN, el robot con sentimientos (izquierda) guarda un gran parecido con ‘Número 5’, que era el nombre del robot de la famosa película de los años 80 «Cortocircuito»

Robots que coticen a la Seguridad Social

Con la evolución robótica hemos entrado en la fase en la cual, la sustitución de las personas por máquinas ya no solo afecta a trabajos de baja cualificación, sino que empieza a afectar a los puestos de oficina, administración y ventas. El alcance de este conflicto socioeconómico, y según un estudio realizado por Foro Económico Mundial, significa que en los próximos 5 años se perderán alrededor de 7 millones de empleos «de oficina» en las 15 economías más punteras, mientras que en ese mismo período de tiempo solo se crearán 2 millones de nuevos puestos. Esto se traduce en una reducción de los ingresos en base a cotizaciones a la Seguridad Social ¿Cómo podremos conservar los beneficios sociales de los que disfrutamos?

La misma pregunta se hizo la eurodiputada Mady Delvaux, que presentó en la UE un informe que promovía el desarrollo de una legislación que regule el uso de los robots y la Inteligencia Artificial. En este informe proponía, entre otras cosas, que las empresas que hagan uso de la tecnología robótica y la Inteligencia Artificial comuniquen los ahorros realizados en las cotizaciones a la Seguridad Social en base al uso de la robótica en lugar de las personas, de modo que se evalúe la cuantía o porcentaje de sus ingresos que deberán aportar. Es decir, propone robots que coticen a la Seguridad Social.

El mismo argumento fue esgrimido por el propio Bill Gates, fundador de Microsoft, en una entrevista que se le hizo para la revista Quartz, donde aseveraba que el uso de los robots debería gravarse con impuestos.

Mady Delvaux, en la foto, sostiene que cuando los robots sustituyan a las personas «tendremos un problema con los impuestos porque muchos de ellos se aplican sobre el trabajo» por lo que propone que estos coticen a la Seguridad Social. Algo similar indicaba Bill Gates, que cree que deberían gravarse el uso de los robots.

El ser humano Vs. la máquina

La Inteligencia Artificial (AI) ya ha creado robots que trabajan más y mejor que nosotros, ha creado ejemplares de la robótica que imitan las funciones cognitivas del ser humano, que han demostrando que son capaces de pensar y tomar decisiones mediante un razonamiento basado en la lógica formal. Si nos planteamos que un robot puede hacer todo esto, entonces ¿qué les diferencia de nosotros?

Joseph Paradiso, investigador del MIT, opina que «la creatividad es una de las capacidades humanas que probablemente las máquinas nunca puedan desarrollar por completo y, por tanto, uno de los campos en los que habrá más oportunidades de trabajo en el futuro.»

La capacidad de tener ideas y aportar soluciones creativas a los problemas ante imprevistos es algo que nos distingue y, por lo que alcanzamos a vislumbrar, siempre nos distinguirá de las máquinas, las cuales se basan en un flujo de proceso que, aunque sea capaz de retroalimentarse en cada «vuelta» y mejorarse, nunca va a incorporar elementos nuevos o generar un flujo completamente diferente basándose en patrones no lógicos.

Notas relacionadas:

  1. El Big Data. EL PAÍS.
  2. Internet de las Cosas. HIPERTEXTUAL
  3. Los sistemas ciberfísicos. TEKNIKER.

Referencias:

  • Profesiones que desparecen. Revista digital COMPUTING
  • Un robot humanoide en planta de Puerto Real de Airbus. EUROPAPRESS
  • ERWIN, el Robot Amigable. PUBLIMETRO
  • Los robots te pagarán la pensión. EL MUNDO
  • Los robots ya pueden sentir como tú. EL MUNDO
  • Informe con recomendaciones destinadas a la Comisión sobre normas del Derecho civil sobre robótica. Propuesta de Resolución del Parlamento Europeo. Mary Delvaux. PARLAMENTO EUROPEO 
  • «El próximo paso, la vida exponencial». Artículo análisis sobre un libro basado en cómo compartir el planeta con los Robots. EL PAÍS

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